La magia del onboarding tecnológico

por Ismael Granero - Desarrollador de Front-End en el Centro de Servicios Digital de Sopra Steria
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Recibir la invitación para sumarte a un nuevo proyecto es como encontrar una lechuza en tu ventana con la carta de Hogwarts. Emoción, incertidumbre y la sensación de entrar en un mundo nuevo y lleno de reglas que nadie te explicó. A simple vista, parece solo código, pero en realidad es un ecosistema de estructuras invisibles, elementos que no aparecen en los libros o no están documentados y dinámicas que desafían toda lógica. 

Muchos equipos realizan un enorme esfuerzo para ordenar y documentar. Pero incluso así, sumarse a un entorno ya en marcha es un reto. Hay rituales no escritos, herramientas con historia, y un lenguaje interno que al principio parece salido del libro pero que se aprende con el tiempo y la práctica.

Por eso, es necesario un buen onboarding. Cuando está bien pensado no es solo una lista de tareas, sino un rito de paso. Una oportunidad de descubrir, entender y empezar a aportar. 

Un bug en cada capítulo

Entrar a un nuevo proyecto puede sentirse como enfrentarse a un Basilisco sin espejo: accesos que tardan días, tableros de tareas tan caóticos como las cambiantes escaleras de Hogwarts, versiones de frameworks contradictorias y bugs inmortales que regresan como en cada sprint. Muchos desarrolladores pasan semanas antes poder aportar valor, no por falta de capacidad, sino por ausencia de contexto. 

 

"No hay vergüenza en lo que sientes. Lo importante es cómo lo enfrentas". Remus Lúpin

 

La documentación y otros grimorios

La documentación es otra aventura. A veces parece escrita con tinta invisible y solo se entiende con las preguntas correctas o con la guía de quien ya recorrió el camino. Puedes encontrarte con un README tan críptico como el Mapa del Merodeador, o con un Jira tan claro y útil como el Pensadero de Dumbledore (organizado, accesible y listo para consultarse cuando uno quiere). Y otras veces necesitarás de un compañero de carne y hueso que te muestre cómo levantar el entorno local. 

Un guía en el callejón Diagón

El primer mes es emocionalmente exigente. Todos lanzan hechizos avanzados mientras tú apenas entiendes cómo se abren los repositorios. Lo ideal es que te guie alguien que domine el proyecto, que actúe como Hagrid llevando a Harry al Callejón Diagón y al andén 9 y 3/4. Pero si no tienes esa suerte, no hay que caer en el desánimo, los primeros días son un caos garantizado. No temas preguntar, ya sea al equipo de tu proyecto, a otros compañeros o incluso al managment, siempre habrá alguien dispuesto a guiarte. La colaboración se vuelve mágica cuando fluye con transparencia, y preguntar pronto evita la deuda técnica. 

 

“La ayuda siempre llega a Hogwarts para quienes la piden”. Albus Dumbledore 

 

La magia de un proyecto no está en el framework de moda, ni en la última arquitectura de microservicios, sino en las personas. Lo que realmente define el éxito de un equipo (y de quienes se suman a él) es la calidad de las relaciones humanas, la claridad en los rituales compartidos y la disposición a enseñar, tanto como a aprender. 

Un buen onboarding no es un favor, es inversión compartida. Documentar es regalar tiempo al futuro, tanto al tuyo como al de quien llegue detrás, es un acto de construcción colectiva. Es reconocer que cada nuevo integrante no solo viene a adaptarse, sino también a renovar, cuestionar y aportar. Pero para que eso ocurra, necesitamos paciencia, empatía y espacios donde el conocimiento fluya como en la Sala de los Menesteres: justo a tiempo y en la forma que se necesita. 

Cuando alguien nuevo llegue a tu proyecto, piensa: ¿qué tipo de magia queremos que experimente? Hasta los grandes hechiceros empezaron sin saber conjurar un git push.

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