Las ciudades inteligentes o smart cities se caracterizan por implantar soluciones tecnológicas que permiten mejorar la gestión de los servicios y sobre todo, contribuir al bienestar de las personas con la promoción de una calidad de vida sostenible.
Aunque hemos avanzado mucho en la ideación e implementación de soluciones que hagan mejores nuestras ciudades, bien es cierto que queda mucho por hacer y que en el futuro a medio y largo plazo serán una realidad. En Sopra Steria hemos tenido la oportunidad de diseñar una ciudad del futuro con los que serán los futuros habitantes, los más pequeños de la casa.
El proceso de pensamiento creativo
Para ello hemos dedicado varias sesiones a investigar cómo imaginan su ciudad ideal 80 niños y niñas de entre 5 y 11 años. Además de divertirnos y trabajar de forma colaborativa, hemos tenido ocasión de experimentar el proceso de pensamiento creativo asociado a la resolución de problemas por medio de la ideación y el prototipado con figuras de Lego.
Ken Robinson, educador y escritor británico suele reseñar que cada uno de nosotros nace con la mente en blanco y vivir consiste nada más y nada menos que en aprender a adaptarnos a la sociedad. De esta forma, podemos lograr que nuestra mirada del mundo sea diferente y es en ese instante en el que aplazamos los juicios, potenciamos el “puede ser” y más allá de capacidades innatas, conseguimos que aflore nuestra creatividad.
Con estos preceptos en mente y apoyándonos en dinámicas de divergencia de ideas y la metodología de Lego Education de las 4C: conecta, construye, contempla y continúa, generamos un ambiente de cooperación y trabajo en un proyecto común.
Los desafíos
Cada grupo del proyecto se enfrentó a diseñar su Smart City centrándose en dos desafíos que tenían que ver con el tráfico y transporte del futuro, la alimentación, la energía y el agua, los parques, escuelas y hospitales y la diversión.
Las primeras barreras mentales surgieron en los participantes cuando se enfrentaron a construir algo a partir de las instrucciones dadas, ya que preferían trabajar de manera individual o respondían que no se les ocurría nada. Ansiedad, imitación, miedo ante posibles calificaciones, búsqueda de la aprobación de los demás, sobretodo de los mayores que supervisan la actividad ya que los ven como figuras de autoridad, fueron algunas de las sensaciones detectadas.
Se trataba de los mismos fantasmas que solemos tener los adultos y que cuando se traspasan, dan lugar al “flow”, a la intensidad y al “todo es posible” en el mundo soñado.
Las preguntas y el vocabulario sencillo y directo de la infancia nos han servido de batuta para guiar, desterrar la timidez, soltar la imaginación e ir un paso más allá con el enlace de ideas de los otros.
Una de las principales herramienta para fomentar su creatividad fue el uso de un vocabulario sencillo y directo, guiando con preguntas poderosas para así desterrar la timidez, conseguir soltar la imaginación y generar todo tipo de ideas, desde las más alocadas a las más realistas.
Soluciones de las ciudades inteligentes
La finalidad era encontrar soluciones que mejoraran la vida de los ciudadanos en las ciudades inteligentes. En estas sesiones han aflorado ideas brillantes y factibles como que los contenedores tengan un sensor que avise cuando estén llenos, un hyperloop para trasladarse por la ciudad, vehículos que utilizan el agua y el gas de materiales reciclados para poder moverse o incluso Hoverboards por carriles para no chocarse e ir más rápido.
En sus ciudades inteligentes fundamentalmente vivirán niños, personajes, robots, alienígenas, animales y estarán ubicadas dentro del mar, en Marte o en el campo.
Lo más destacable de esta experiencia, aparte de la propia vitalidad y ganas de aportar de los niños y las niñas, ha sido comprobar cómo tienen integrados en su acervo generacional la regla de las 3 R: “Reducir, Reutilizar, Reciclar”, así como un mundo plagado de robots y espacios autogestionados donde la naturaleza convive con la tecnología y siempre hay una solución fácil para todo.