Humanidades desde el Diseño en la era de la Inteligencia Artificial

por María José Téllez - Design Manager, Eggs, part of Sopra Steria
| minutos de lectura

Hoy en día, casi hay que hacer un esfuerzo por recordar cómo era el mundo antes de la Inteligencia Artificial y la IA generativa. Hace años que irrumpieron las redes neuronales y el aprendizaje no supervisado y ahora nos vemos inmersos en los IA workflows, agentes y. en breve, los LWMs, IA embebida en robots, interfaces cerebro máquina y otros ingenios tecnológicos que todavía no podemos vislumbrar. 

Todo esto deja entrever distintas oportunidades y amenazas y da lugar a diferentes actitudes: euforia, integración por inercia, prudencia, paralización y/o negación. Cuesta encontrar el espacio de oportunidad y adecuación por el frenesí de los cambios y por los relatos distorsionados, pero volver al pasado parece que ya no es una opción.

La adaptación, el cambio y la transición suelen ser costosos. A veces hay que esforzarse cognitivamente para que la transformación sea significativa, cambiar creencias y comportamientos, y preguntarse “para qué”. A veces faltan marcos que lo favorezcan y trasciendan el efecto cortoplacista.

IA para humanistas

Frente a la velocidad exponencial de la tecnología, sus algoritmos, el principio máximo de productividad y los marcos legales que reclaman auditorías y certificaciones, el enfoque de las Humanidades desde el Diseño proporciona acciones concretas y narrativas que integran empatía, contexto cultural y responsabilidad social como puente entre la innovación y los valores humanos. 

Mientras que la ingeniería prioriza la eficiencia y, el derecho, que se cumpla con la regulación, el diseño, con visión humanística y sistémica, puede detectar y tratar conflictos, como los dilemas entre seguridad y privacidad que plantean las cámaras de reconocimiento facial, elaborar journey maps que contrasten flujos de datos técnicos con experiencias emocionales, definir la organización del espacio de convivencia entre humanos y robots y tratar consecuencias y posibles externalidades. 

Ya sabemos que la IA no opera en el vacío: necesita enormes cantidades de energía y otros recursos naturales como minerales o agua. Además, puede reproducir sesgos, influir en decisiones vitales y redefinir las interacciones sociales. También sabemos que tenemos la capacidad de aplicar medidas de contención y ecoeficiencia y hacernos cargo del impacto de la IA en nuestra forma de usarla y comunicarnos, en cómo garantizamos, desde nuestro rol, los derechos fundamentales, de autor, neuroderechos, la soberanía de los datos, etc. Si no ponemos nuestra mirada en ello, no podremos intervenir. 

Intencionalidad ética operativa

Así, el enfoque de diseño ético o de la ética digital aplicada al diseño de servicios y productos digitales no se limita a evitar daños sino a crear sistemas que promuevan la equidad y el bienestar más allá del triángulo de salvador, víctima y culpable. Desde los marcos de diseño podemos ayudar a pensar y a anticipar riesgos y vulnerabilidades mediante el pensamiento crítico, la indagación participativa, perspectivas humanísticas y el cuestionamiento como herramienta clave para reconducir y construir conjuntamente soluciones más responsables. Ello implica ser transparentes con interfaces que expliquen cómo la IA toma decisiones, optimizar la huella digital, priorizar componentes modulares que alarguen la vida útil de los sistemas de diseño, crear experiencias que incentiven hábitos saludables y, sobre todo, hacer preguntas que motiven a la reflexión de los equipos.

La IA nunca será neutral, ya que refleja las prioridades de quienes la diseñan. Entonces, ¿cómo vamos a crear con cada solución una sociedad más justa, con sentido y un mundo más habitable? Además de trabajar en equipos multidisciplinares e incluir a todos los involucrados como partes activas en el diseño y uso, podemos valorar si una tecnología amplifica capacidades o solo aporta ruido y comprender su ciclo de vida cuando se diseña, se desarrolla, se integra, se usa y caduca.

Cumplir con la regulación en sí misma puede funcionar como acicate para evitar daños mayores, pero no es suficiente, hace falta llegar a un compromiso genuino con la construcción de los futuros deseados desde el presente. Frente a la encrucijada que plantea la IA con la tecnología como un fin en sí mismo, debemos diseñar con la intención de hallar un equilibrio entre innovación y respeto al ser humano. En este contexto, el diseño aporta una capa de intencionalidad ética operativa. Podemos elegir entre la deriva de la distopía o tratar de usar la tecnología para servir a la inteligencia de la vida.

Search