El constante desarrollo de las tecnologías de la información ha propiciado cambios de gran calado que afectan a casi cualquier ámbito de la vida. Sin embargo, en ocasiones parece que hemos alcanzado un punto de singularidad en el que nuestras creaciones nos han adelantado y hemos perdido el control sobre sus efectos. Olvidamos que cualquier cosa que no es natural tiene un diseño detrás (desde la idea de añadir ruedas a una maleta a sistemas más complejos con algoritmos e inteligencia artificial). La ética digital nos hace más conscientes de su orientación y propósito, y muchas empresas están comenzando a incluirla en sus estrategias, asumiendo así la responsabilidad sobre sus creaciones.
Como ejemplo de las consecuencias no deseadas de la tecnología, y de una respuesta ética, podemos citar el informe del Boston Medical Center sobre la relación que los filtros de belleza y los “retoques digitales” tienen con los trastornos de autoestima en adolescentes, lo que se ha venido a llamar ‘dismorfia de Snapchat’. En este contexto, Google ha optado por desactivar esta funcionalidad de sus teléfonos inteligentes y ha incluido etiquetas e iconos más neutrales.
La explotación de grandes cantidades de datos, el uso de algoritmos e inteligencia artificial, avances en biotecnología, iniciativas basadas en internet de las cosas o procesamiento de lenguaje natural, el blockchain o los coches autónomos, han alertado a las mentes más visionarias sobre la necesidad de preguntarnos cuáles son nuestras prioridades y cómo queremos definir nuestro mundo. La importancia de la ética digital es ahora más evidente que nunca. De hecho, obviarlo puede afectar, no solo a la reputación, sino también a la cuenta de resultados de las empresas. Podríamos empezar por preguntarnos cómo integrar la ética digital en nuestro día a día…
Ética desde el diseño y por defecto
Dada la rapidez y la globalización de las prácticas tecnológicas, en ocasiones nos encontramos con un marco regulatorio más lento o diferente en función de las geografías. Como respuesta, necesitamos salvaguardas adicionales para garantizar, no sólo lo legal, sino lo correcto y ético. Como mencionábamos al principio, todo está diseñado por alguna persona, y esa persona también tiene sus sesgos cognitivos, culturales y generacionales. Aunque habitualmente nuestro nivel de consciencia no nos deja darnos cuenta de todo, podemos apoyarnos en principios éticos de referencia universal, guías que salvaguardan nuestro concepto de lo humano y común, y considerarlos como un eje más de nuestra metodología, desde el mismo momento en el que se conceptualiza o da forma a una idea y proyecto.
Creación de un marco de Ética Digital
Ejemplos como el citado no se dan como consecuencia de una maquinación intencionada, sino que suelen ser fruto de la falta de previsión. Ahí es donde entra en juego la planificación ética. Mediante la reflexión sobre los valores y su aplicación a los procesos de diseño, conceptualización, desarrollo e implantación de nuevos productos y servicios, las compañías pueden identificar los potenciales riesgos y mitigarlos, demostrando así su compromiso de encontrar soluciones más humanas, justas, transparentes y sostenibles.
El establecimiento de un marco ético digital debe apoyarse en la investigación, pero también en la legislación, en buenas prácticas, en recomendaciones de expertos, en valores sociales compartidos, en herramientas específicas y en códigos de conducta profesionales. Además, es posible aplicarlo desde la propia estrategia corporativa y la cultura empresarial.
Alianzas para crecer juntos
Una vez sentadas las bases de un marco ético digital interno, con las visiones de múltiples áreas, puede hacerse extensible a todo tipo de proyectos digitales. Así, en Sopra Steria trabajamos para fomentar nuestros propios frameworks éticos de diseño y desarrollo, por ejemplo, para conformar estrategias de data driven junto a nuestros clientes. A través de la co-creación y la investigación, la fijación de criterios de observación y análisis y la garantía de su aplicación a lo largo del ciclo de vida de productos y servicios, podemos ayudar a nuestros socios a orientar el rumbo y navegar.
Todos estamos sujetos a las dinámicas de los mercados, pero éstas se encuentran cada vez más afectadas por variables como la inclusión, la transparencia, la privacidad, la diversidad, la equidad, la libertad, la seguridad y la confianza. Y el futuro de las empresas va a depender, en gran medida, de sus estrategias para incorporar estos valores en las soluciones que brindan a sus clientes y a la sociedad. Para terminar, me gustaría recordar la fábula del colibrí, en la que, los animales huían de una selva en llamas, mientras que el colibrí cogía agua con su pequeño pico en un intento por apagar el fuego, el resto de animales le gritaba: “¿Estás loco? ¡No vas a conseguir nada!” Pero él no desistía y contestaba: “Es posible, pero yo al menos hago mi parte”.